Hoy hablaré de ese recurso, que hay en todo hogar español. Se encuentra en todas las neveras, y se saca en situaciones extremas. El fiambre.
El fiambre es como la programación en verano, te lo tragas, porque no hay nada mejor.
Comer fiambre es la salida de emergencia de toda comida. Acabas de comer, te has quedado con hambre, vas a la nevera, miras: no te vas a preparar un huevo ahora, ni mucho menos una pizza, el limón reseco no es muy apetitoso... y ahí está, mirándote directamente a los ojos... el salchichón.
Porque el queso es otro nivel, es normal, tiene leche. Y si por algo nos caracterizamos los españoles en el mundo lácteo es, por comprar leche semidesnatada cuando queremos hacer régimen, y por comprar todo aquello que tenga un mínimo porcentaje de leche: oreo con leche, bollos con leche, galletas con leche... ¡pan de leche!. Pan de leche... me acuerdo una vez, que fui a comprar uno a una panadería, y me sirvieron un pan normal. Cuando me lo dieron dije: ¿Y la leche?.
El queso. Puede que suene a tópico pero, es verdad. El queso es totalmente equiparable a un pie. Más concretamente a la vida de un pie, y concretando más aún, a la uña de un pie. Al principio el pie es blandito y la uña flexible, es un queso joven, un pie dúctil, sano, no necesitas cámara de aire, porque tu pie en sí, es una cámara de aire. Creces, y la uña se va endureciendo, poco a poco. Semicurado. Y te haces mayor, y aquello no hay quien lo corte. Tu uña, tu pie, se ha convertido en un queso curado. Tu uña, además, ha adoptado también el color.
Y qué decir del jamón. Eso es un engaño. Eso no es jamón... el jamón de láminas, es como dos siameses llenos de mocos: son cosas que están pegajosas, y no hay manera de separarlas. Y te ponen unas laminitas transparentes, que no hacen nada pero que ilusionan, porque de repente las ves y dices: "¡Anda mira, si tenían separadores!". Separadores... ¡siglos y siglos de avances científico-técnicos y de dominación del medio y adaptación al entorno, para unas laminitas tranparentes de mierda, que además son más pequeñas, que una mísera loncha de jamón.
Por otro lado están los fiambres, que nos gustan mucho de pequeños, y nos dejan de gustar tanto a medida que nos hacemos mayores. La mortadela y el chóped.
La mortadela nos chifla de pequeños, pero nos hacemos mayores... y nada. La olvidamos. Como si la mortadela fuera ClubDisney. Luego llega un momento en el que te haces mayor, y estás comprando, y la ves ahí, "mortadela con aceitunas", sientes lástima, porque la han juntado con otro alimento para ver si así alguien las compra...y tú lo haces, la compras... pero ya no te sabe como antes.
Así que te dejas a mitad el bocadillo, vas a la nevera, miras: no te vas a preparar un huevo ahora, ni mucho menos una pizza, el limón reseco no es muy apetitoso... y ahí está, mirándote directamente a los ojos... el salchichón.
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