domingo, 25 de abril de 2010

RAREZAS


Sí, la civilización está llena de estupideces, como por ejemplo los relojes de hoy en día.

Antes un reloj te daba la hora… ahora te dice qué temperatura hace en Helsinki, o qué hora es en Bratislava. Ahora los relojes te vienen con cronómetro, con brújula, con pulsímetro, y hasta son water resistant.

Resistentes hasta 50 metros de profundidad, dicen… ¿Pero quién narices se va a meter tan hondo, llevando un reloj de 500 euros? ¿Un millonario recién caído de su yate? ¿Y para qué quiere el cronómetro, para medir el tiempo que tarda en ahogarse?.

Otra cosa absurda de los últimos tiempos, es el tema de los baños, y los untamientos de cosas asquerosas. En la antigüedad se bañaban con leche de burra… pero la cosa ha degenerado hasta límites insospechados. Cogen cualquier cosa que da la tierra, y te lo untan en la cara con la excusa de que “abre los poros”.

Empezaron con rodajas de pepino, luego con frutas aplastadas, luego con chocolate, luego con aceite de oliva, luego con caviar… ¿qué es lo siguiente, cubrir tu cuerpo con rodajas de chóped El Pozo?. Que abren los poros, dicen… ¡¡lo que abre es el apetito, con tanta comida a tu alrededor!!.

jueves, 8 de abril de 2010

LAS SERVILLETAS


Básicamente, las servilletas de papel, se dividen en dos tipos: las que sirven para sonarse, y las que traspasan los dedos.

Estas últimas son las de los bares, las satinadas, que están como plastificadas. ¡¡Alguien debe de decirlo ya!!: ¡¡las servilletas de los bares, son una mierda!!. ¡¡No limpian!!. Son impermeables. Rascan, arañan... A lo sumo, arrastran, pero no absorben.

Son impermeables, están plastificadas y son pequeñas. Es como limpiarse los morros con el DNI. Son tan enanas que, si estás comiendo gambas y coges una servilleta para limpiarte, ésa ya no sirve. El mero hecho de tocarla con los dedos pringosos, ya hace que se desintegre.

Coges una, y se desintegra; coges otra, también; otra, también; otra... y a la quinta o sexta... te puedes plantear utilizarla para limpiarte. Pero eso sí, una para cada dedo. Creo que no son para limpiarse. Son un placebo. Nos lo pasamos por los morritos, y creemos que nos hemos limpiado.

Otro uso de la servilleta satinada es envolver bollos. Si compras un cruasán, una napolitana de chocolate o un donut, te lo envuelven en una de esas servilletas satinadas. ¡¡Y es para indignarse!!, porque el barniz que llevan los cruasanes, se pega a la servilleta, y quieras o no quieras... un cacho de servilleta, te tragas fijo.

En esas panaderías te plantean una de las preguntas más difíciles de contestar de la Historia:

- ¿Es para llevar o para tomar?
- Me lo quiero llevar, pero también me lo quiero comer.

Otras servilletas son; las que usan los del Oeste para atracar bancos. No sé qué les pasa a los del Oeste, que se ponen una servilleta en la boca, y creen que nadie los reconoce. ¡¡Con lo bien que sienta una media de lycra!!. Tal vez, si los vaqueros atracan con servilletas, se limpian los morros con pantys de lycra.

domingo, 4 de abril de 2010

LAS CANTIMPLORAS


La cantimplora es un pequeño botecillo muy importante.

De hecho, la cantimplora va disfrazada de guardia civil. Lleva un vestidito verde, unas correas negras, y un gorro brillante, que es el tapón.

En una excursión, el que tiene la cantimplora es el que tiene el poder. Establece el ritmo, marca la dirección, y nadie se atreve a adelantarle. Eso le da fuerza y vigor, para cargar con el peso de la cantimplora. Porque cuando está llena, pesa, y es un coñazo llevarla.

El momento más crítico de una cantimplora, es cuando beben de ella.

Hay varios tipos de bebedor:

En primer lugar, está el bebedor profesional; que da gusto verlo. Capaz de crear ese elegante chorro cristalino, que irisa los rayos del Sol, creando un arco mágico, que va desde la cantimplora hasta la boca.

Luego está bebedor ventosa; el que coge la cantimplora, y empieza a succionar, como si fuera una proverbial tetilla. Claro, según succiona, dentro de la cantimplora, se va haciendo el vacío, y llega un momento, en que el pobre bebedor ventosa, se queda pegado a ella, y hay que sacarlo haciendo palanca, o soplándole por la nariz, o si no, dejarle la cantimplora ahí, que tampoco está mal.

La mayor parte de los bebedores lamprea, son niños, por eso tienen sus propias cantimploras de Picachu, de Hello Kitty, de Barbie.... ¡¡que ya me diréis, que nos puede enseñar Barbie, sobre excursiones en la alta montaña!!.

El termo es la cantimplora de nuestros mayores. Una cantimplora de café caliente. Los mayores lo tratan, como si fuera de plutonio:

- “¡¡Cuidado, que en la bolsa va el termo!!”, “¡que no le dé la luz, que no se moje, y sobre todo, que nadie le dé de comer después de la media noche!!”.

A mí me gusta el termo como objeto, porque es fascinante. Ese grifo que se aprieta, hace.... Cjjjjj!!!!, y sale un café que siempre sorprende por lo caliente que sale.

Luego está el botijo, que es como el termo, pero al revés: Si uno es gordo, el otro es flaco, si uno es metálico, el otro es de barro, si uno es liso, el otro es poroso, uno se mantiene caliente, el otro se mantiene frío.

Podrían ser un grupo cómico; “¡¡Termo y Botijo!!”.

Otro tipo de cantimplora es la botellita de los ciclistas, con ese tapón que se saca con los dientes, y luego la gente se esfuerza por beber sin chupar. Bebes intentando alejarte lo máximo posible, que queda espectacular, pero al final, te babas.

Es muy difícil, terminar de beber de un botellín de ciclista, sin perder la elegancia.

Si hay algo, que nos han enseñado las cantimploras, es que el agua, se puede acabar.

sábado, 3 de abril de 2010