miércoles, 22 de septiembre de 2010

LOS SUSTOS


No hay mayor placer en esta vida, que el de dar un susto a un hermano pequeño. Es como sentirse Dios. Pero para disfrutar de ese placer divino, hay que conocer la morfología del susto.

El susto se compone de tres partes, a saber; idea, espera y susto en sí.

La idea es, cuando te aparece la idea, o sea cuando te aborda la idea que surge siempre, cuando se brindan los ingredientes indispensables, para dar un susto. Es el azar que te regala una víctima, un escondrijo, y tiempo necesario para escondrijarte, sin que te vea la víctima.

Entonces es ese momento, oyes una voz dentro de tu cerebro que te dice:

- “¡¡Eh, esta es la ocasión para dar un susto a tu hermana!!”, “¡¡esto es perfecto!!”, “¡¡corre por favor como una alimaña cobardica, y escondríjate allí, y espera!!”.

Entonces tú te escondes, y claro, la espera es la parte más incómoda de dar el susto, porque estás escondido ahí en el armario del pasillo, como si fueras un hurón, que en seguida se te duerme un pie, sin respirar. Es curioso que cuando vas a dar un susto, dejas de hacer ruido. Dejas de respirar, porque el sonido más nimio nos puede delatar.

Si lo piensas bien, dar un susto no es rentable, porque el que da el susto, sufre más que el que lo recibe. Lo que pasa es, que lo sufre en cómodos plazos, pero el que da el susto, sufre, está allí entumecido en el armario, el asustador está encogido, sin oxígeno en el cerebro, pero piensas, que es lo que te anima, en la cara que va a poner tu hermana, y ya tú sólo, te empiezas a tronchar de risa dentro del armario. Que es muy cruel. Y claro, esa risa también te puede delatar.

Ese momento de espera son instantes de uno, con uno mismo. Es la intimidad. Realmente se resume, en ese momento en el que estás esperando para dar un susto. Entonces, ¿qué pasa?, tienes un momento de debilidad, un relámpago de coherencia, y te ilumina por dentro, y piensas:

- “¡¡Y si la mato de un infarto!!

Te entra tu propio miedo, y en ese caso, el susto se daría la vuelta. Y entonces piensas otra vez:

- “¡¡Da igual!!, ¡¡ya se le pasará!!, ¡¡merece la pena!!, ¡¡merece la pena esto!!”

Entonces escuchas los pasos en lontananza, notas que se acerca, y llega el momento del susto, que aquí se plantea un dilema creativo muy importante, que es; ¿qué frase digo?.

¿Con qué frase quiero pasar yo a la historia del susto, que le doy a mi hermana?, ¿Qué monosílabo es el que da más miedo?, ¿Se puede decir; Buuuuuh?, ¿Se puede decir; Muuuuuh?, ¿Se puede decir; Uuuuuuh?, ¿Qué dices?; ¿¡¡Aaaaah!!?.

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