A mí me entumece el sosiego, y me desacolcha el alma. Y es que, las guías telefónicas, queramos o no, tienen los días contados. Es duro, han perdido ya su brillo y la magia que tuvieron antaño.
Yo recuerdo que antes, cuando traían la guía telefónica, hacía tanta ilusión, como cuando llegaban los Reyes. Era como si las dejara la cigüeña. Abrías la puerta, y allí estaba la guía en el felpudo, mirándote con sus ojitos de listín telefónico, como diciendo; “¿queréis ser mi familia?”, “¡¡necesito un hogar!!”. Entonces cogías la guía en tu seno, y la abrigabas.
Ya no, ahora la guía duele. Es el único paquete gratuito de más de un kilo que llega a casa, y no hace ilusión. Incluso hemos desarrollado una especie de antipatía hacia la guía. Hasta huele mal. Huele como a sobaco de periódico. Nadie se siente a gusto, rodeado de guías telefónicas.
Antiguamente, una guía telefónica podía servir para muchísimas cosas, por ejemplo, y tiene casi un toque filosófico, para buscarse a sí mismo. Tú te buscabas a ti mismo, y hacía mucha ilusión, el día que te encontrabas, que veías por primera vez tu nombre tuyo en la guía. Era como decir; “¡¡estoy en la guía… luego existo!!”.
Hoy equivale poner tu nombre en Google, y ver si sales. Y entonces, pasa una cosa muy triste, y es que, como Google es mundial, siempre hay un tío que se llama exactamente igual que tú, en la otra punta del mundo.
Sucede una cosa, se plantea la duda, y cuestionamos si la guía telefónica es algo fidedigno o no. ¿Es algo de lo que debemos o podemos fiarnos?. Yo no me fiaría del todo. Me explico. Si un día añadiéramos, al listín telefónico el nombre de alguien que no existe, por ejemplo; Celedonio González Bolondrio, y pones el número, ¿nos daríamos cuenta?. O sea, si un día añades un nombre falso a la guía, ¿alguien se daría cuenta?, No, no, ¿cómo nos vamos a dar cuenta?. ¿Y si añadimos dos?.
O sea, si yo añado; Celedonio González Bolondrio y Masturcio Fernández Munt, ¡¡nadie se daría cuenta!!. Porque están ahí disimulados. De hecho, podríamos añadir; Celedonio González Bolondrio, Masturcio Fernández Munt, Francisco Zozocobloñe, Anduriño Pincha Carneiro, Clavículo Ramírez Feliu y hasta Cospeito Rebuzno Dilangreo. ¡¡Y jamás nos daríamos cuenta!!.
Dicho lo cual, ¿quién nos garantiza entonces, que la mitad de los nombres que hay en la guía, no están inventados?. Las guías y las páginas amarillas, tienden a la extinción. Eso es triste, ¿por qué?, porque los mayores ya no tienen vista para mirar esos numeritos minúsculos. Y los jóvenes, cuando necesitamos algo, lo miramos en Internet.
Yo me pregunto, ¿por qué los fabricantes de guías, hacen como que la tecnología no existe?. Los hijos de los artífices de los listines telefónicos son felices, viviendo en una ingenua y dulcísima mentira.
Pero llegará un día en que ese niño, se dé cuenta. Ese niño en el cole dirá; “pues mi padre hace feliz a la gente, porque lleva las guías a casa”, y todos los demás riéndose, jajajajajajaaa. Hasta que alguien le diga; "¡¡las guías no existen, son el Google!!".
Pero a pesar de estos finales, tan poco dignos, que están teniendo últimamente las guías y los listines telefónicos, siempre y ellas lo saben, les abriremos nuestro corazón. Porque las guías, al igual que los marineros, ellas tienen un amor, en cada puerta.
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