sábado, 18 de junio de 2011

CUANDO SE VA EL AGUA CALIENTE



Uno de los momentos en que nos sentimos más desnudos, solos y desamparados, es cuando cortan el agua caliente.

Hay personas que prefieren que les corten los tendones del talón a que les corten el agua caliente.

Es muy duro. Estás ahí, en la desnuda desnudez de la bañera, cheposo, agarrando la ducha, mojándote sólo los pies, y el agua no termina de salir caliente. No sale, no sale, no sale… Y aquí ya depende de cada uno el tiempo que se tarde en aceptar que no hay agua caliente.

Pasamos dos fases, no hay tiempo para más.

Primera: negación. Pones la mano bajo el chorro y dices:

- “Creo que ya sale un poco más caliente”.

De eso nada, no es que salga un poco más caliente, es que ya tienes la mano más fría. No es que la temperatura del agua suba un grado, es que la de la mano baja dos. Se sabe porque la mano se azula.

La segunda fase es: la aceptación.

Te haces cargo de la situación y lo aceptas:

- “No sé por qué, pero se ha ido el agua caliente. A lo mejor he dicho algo que le ha sentado mal”.

Aceptas que te tienes que duchar con agua fría y, en esos casos, uno siempre va a servicios mínimos de limpieza. De hecho, el jabón es prescindible. Basta con hacer lo justo para poder contarlo. Mojarse poco, rápido y, ¡¡fuera!!. Es un trámite. Sin embargo hay varias escuelas.

Está el nórdico titán que se mete en la ducha, se conciencia de lo que va a vivir, abre el grifo a tope, se frota rápido y sale de allí. Sería el equivalente a quitarse el esparadrapo de un tirón. Es un ser mitológico. Es como esa gente canadiense, que el día de Año Nuevo se echa a nadar al hielo. Y luego salen felices como diciendo: “¡¡Sobreviví!!”. Yo creo que les patinan las neuronas, porque se forma escarcha en las curvas de ese cerebro.

Luego está el indeciso. Desnudo, dentro de la ducha, encorvado y echándose el agüita en los pies:

- “Espera, espera que ya va… una, dos y… espera, espera, ya va, ya va, una, dos y… espera, espera que creo que ahora sale un poco más caliente. Una, dos y… bueno ya va… una, dos y…”

Éste suele salir de la ducha con las manos y los pies mojados, y todo lo demás seco. Quizás este segundo sea el más listo. Puede que el sufrimiento titán sea en balde porque la roña no se va con el agua fría, se pega más. Cada poro se cierra y agarra su porción de mugre.

Hay una tercera opción que es; la ducha tipo hámster. Que consiste en ducharse en la pileta del lavabo y por sectores; brazos, cuello, axilas… Es muy difícil lavarse los sobacos en el lavabo, porque tienes que lanzarles el agua. O los pies, que resulta imposible subirlos al lavabo.

Tanto si eres del tipo titán, del tipo indeciso o del tipo hámster, sales de allí diciendo una palabra:

- “¡¡To… to… toallaaaa!!”

Si uno se ducha con agua fría, la toalla, más que para secarse, sirve para no morir. Te envuelves en ella, con los dientes castañeando y hablando como si estuvieras poseído por el Maligno.

La toalla te salva la vida, y no sólo eso. Cuando uno se ducha con agua fría, la toalla, además, juega un papel fundamental, porque la roña que no se ha podido llevar el agua, se arranca con la toalla. Es como pasarse una bayeta. Podríamos hacernos la prueba del algodón.

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