domingo, 4 de septiembre de 2011

UN DÍA DE CAMPO


En todos los grupos hay un tonto. En mi grupo hay uno, y lo llamamos; “el lumbreras”, pura ironía. Pero le llamamos “el lumbreras” por algo, porque realmente, a pesar de lo tonto que es, tiene un puntito de lucidez con respecto a los demás, que hace que sea diferente.

A lo mejor nosotros, estamos en la plaza intentando planear las cosas del domingo. Y “el lumbreras” siempre es el que resuelve los problemas del ocio, por ejemplo estamos allí en la plaza y soltamos indirectas del tipo; - ¿qué podemos hacer mañana domingo?

“El lumbreras” empieza a darse como por aludido, soltando una segunda indirecta totalmente diferente pero con el mismo objetivo, del tipo; - ¿y mañana domingo qué podríamos hacer? Y entonces es cuando se pone a pensar y dice; - ¡¡mañana podíamos ir al campo!!

Eso está genial, ir al campo, ¿quién no ha ido al campo un domingo? Entonces nos planeamos, decidimos quedar el día siguiente tempranito, para que nos cundiera el día, llegamos allí a las dos de la tarde los diez colegas, los diez colegas con diez coches. Que no fuimos ni de quedar el uno con el otro, de hecho un colega mío decía;

- ¡¡Yo tengo dos coches y no sé como traérmelos!!

- ¡¡Que no!!, ¡¡que es al revés, el concepto era al revés!!

Otro vino en taxi, “el lumbreras”.

Y ahí nos ves en mitad del campo, a las dos de la tarde, diez colegas con diez coches, el taxista, y el taxista dice;

- ¿Y yo qué hago?

- ¡¡Quédate!!

Hasta las tres no vamos a comer, son las dos, vamos a hacer algo, vamos a hacer hambre, lo que sea, ¿qué podemos hacer?, ¿”lumbreras” qué hacemos?

- ¡¡Vamos a andar!!

Andar siempre me ha gustado, andar es una cosa que siempre me ha llevado a muchos sitios. No nos íbamos a andar en medio de la explanada por un montón de inconvenientes que hay, por ejemplo insolaciones, deshidrataciones, francotiradores…. Pero vimos un camino a la derecha, y dijimos, por ahí, pero cuidado con el camino, no era fácil, era un camino complejo, era un camino obtuso, era un camino entre Julio y Septiembre, angosto. Se ve que era como una especie de vía romana antigua y el piso no estaba reformado, era muy complicado andar por allí, allí se hacían esguinces las cabras. Y ahí está el reto.

Estas son las pequeñas aventurillas que tiene el hombre en su día a día. Afrontamos el camino, arrancando ramas, pegándole patadas a los árboles, tirando piedras, llegamos al final del camino, vamos a volvernos. A muchos de nosotros nos entró la preocupación, a ver si no vamos a saber volver, a ver si no vamos a encontrar el camino de vuelta, a ver si nos vamos a perder, en esto que “el lumbreras” dice;

- ¡¡Se nos ha olvidado el pan!!

A las tres, clavadas, estamos allí donde los coches, allí estaba el taxista y nos dice;

- ¿Y yo qué hago?

- ¡¡Quédate!!

Y decidimos hacer una barbacoa en el campo, yo sé perfectamente que está prohibido hacer una barbacoa en el campo, pero nosotros la barbacoa no la hicimos en el campo, la barbacoa ya venía hecha de casa con las patas puestas y todo, nosotros nos limitamos a ponerle fuego y cosas encima.

Empezamos a consumir productos típicos de una barbacoa; albóndigas, butifarra de soja, alitas de ternera… y de beber; bebíamos algunas bebidas ante un Sol justiciero y castigador, cosas sanas; Tangs de naranja, Sweeps, Seven up, Oraldine, Bisolvones...

A las dos horas estábamos todos con un subidón. Y es aquí donde sucede, en los momentos de subidón, es cuando se cumple la ley de Murphy; “que cuando algo está pasando bien, es factible que se estropee”. Efectivamente, estábamos ahí con el subidón y vemos en lontananza dos guardias civiles que vienen para acá. Sabíamos que venían para acá, porque eran dos puntitos verdes que cada vez se iban haciendo más grandes. O dos cosas; o están viniendo para acá, o están creciendo de la tierra.

Vienen los guardias civiles, los tengo ya a un metro, serios, yo no he visto una cosa más seria que un guardia civil, cuando un guardia civil se ríe es porque se ha equivocado o algo. Se me plantan los dos delante de mí, se me quedan mirando y me dicen:

- ¡¡Buenas tardes!!

Entonces cojo tres barras de pan que habían sobrado de la comida, coloco las tres barras de pan en lo alto de la mesa con forma de zeta, y les digo:

- ¿Habéis comido algo? Os he hecho panceta.

En todo este rato sin reírse, se ve que se cabrean, y el que tiene más galones se planta delante de mí, se cuadra y me dice:

- ¿Me puede usted decir de quién es la barbacoa?

- ¡¡Claro!!, de Georgie Damm

Como empezar un día en el campo y terminar en el calabozo.

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