domingo, 11 de octubre de 2009

COSAS QUE NOS FASCINAN DE PEQUEÑOS


Hay cosas que nos fascinan cuando somos pequeños, pero que, los mayores no nos dejan hacer.

Tocar el mercurio de los termómetros, meternos en el agua hasta que se nos arruguen los dedos, mirar a las excavadoras, o a un señor que está soldando un metal.

O morder cosas, como, por ejemplo, las casitas del Monopoly. Es algo que no se puede evitar. Cuando eres niño, no necesitas los sabores, te los imaginas. El hotel, como es rojo, es de fresa, y la casa, que es verde, es de menta.

Otra cosa que nos encanta, es tirarnos por el suelo. Vas a los sitios reptando y soltando mucosidad, dejando un hilito, un caminito de baba. Si desarrolláramos caparazones, seríamos caracoles. Aunque, la verdad, ¿para qué queremos llevar una casa a la espalda?. ¡¡Si podemos llevar las del Monopoly en la boca!!.

Otra cosa que nos fascina, cuando somos pequeños, es bañarnos hasta que se nos arruguen los dedos. En la bañera, en la piscina, en la playa... la cosa es arrugarse. Y los mayores, una vez más, no lo entienden. Las madres hacen una cosa terrorífica para sacarnos del agua, que es contar hasta tres: “¡¡Una....!!”, “¡¡Dos....!!”, “¡¡Dos y....!!”, y ahí hacen una pausa tan dramática, que dejas de hacer lo que estás haciendo.

Lo curioso es que, es una amenaza abstracta. No es concreta, ignoramos lo que pasaría si llegasen a tres.

La cuenta es tan terrorífica, que aún no se ha dado el caso.

Llega un día, en que todo eso, deja de gustarnos. Arrugarnos en la playa, ir por la calle dando patadas a una lata, jugar con el mercurio de los termómetros... El día en que deja de gustarnos, es el día en que nos hacemos mayores. Y el día en que se lo prohibimos a hacer a un niño, es el día en que morimos. Metafóricamente hablando, claro.

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