lunes, 20 de diciembre de 2010

LAS CAJAS DE BOMBONES


Yo quiero hablar acerca de algo que todos sabemos que existe, pero que nadie conoce lo suficiente: las cajas de bombones.

Sabemos que existen, las hemos visto… pero, ¿cuántas llegamos a abrir?. Son como el cuerpo humano: sólo las abrimos si es estrictamente necesario.

No las abrimos, porque son un regalo. Ni aunque nuestros hijos estuvieran aullando de hambre.
- Cariño, ya no queda carne de perro en la nevera, y los niños pasan más tiempo desmayados que conscientes… ¿no crees que ha llegado la hora abrir la caja de bombones?, ¿qué le vas a decir?, ¿que sí?, ¿y si mañana tuvieras que hacer un regalo…?.

Son un regalo reciclable. Según nos llega la escondemos en un armario… además no es necesario abrirla, hemos desarrollado el oído a tales niveles que simplemente con agitarla ya decimos, ¡¡bombones!!, al armario; Y allí se quedan hasta que seamos nosotros, los que tenemos que hacer un regalo.

Las cajas de bombones ni se crean ni se destruyen, se reciclan.

Cuando nos la dan, fingimos mucha ilusión. Como si se tratara de algo que nos hace falta, como unos guantes, una caja de herramientas… un marcapasos.

Bombones… ¿quién te lo ha dicho?,… menos mal que me la regalas, porque tenía pensado comprármela yo. Pero mientras, ya estás diciendo: “esta se la coloco a mi hermana, por su cumpleaños”.

Las cosas cambian si el regalador está presente. En ese caso estás atrapado, y hay que abrir la caja

El ritual es: Lo primero es quitarle el papel con todo el cuidado del mundo. Me tengo que comer los bombones por narices, pero al menos el papel lo regalo.

Somos novatos en lo de comer bombones, nos los comemos con miedo. No en plan: ¡¡hala, pa dentro!!, No, no. Le damos un mordisquito… analizamos su sección. No sabemos con qué nos vamos a encontrar. Es como la ruleta rusa. Todos los bombones son aparentemente iguales, y tanto te puede tocar el delicioso praliné, como la temida naranja amarga confitada.

Pero si ustedes son pobres, como yo, lo más parecido a una caja de bombones que van a ver en sus vidas es, la caja de Surtido Cuétara. La caja de galletas surtidas, es como la caja de bombones de las clases proletarias.

Y la curiosidad es que, en las galletas surtidas, lo primero que desaparece, son ésas que están envueltas en papelillo de color. Todo lo contrario que en las cajas de bombones.
¡¡Ahh…, deliciosas, chocolateadas y abarquilladas galletas!!. ¿Cómo pueden estar en la misma caja, una galleta de arena?… La han visto, ¿verdad? Una galleta que si la miras, parece arena. Luego la coges y dices: parece arena, la muerdes y dices, ¡¡esto es arena!!.

Cumplen las mismas funciones, se regalan, se llevan a meriendas… y sólo se sacan en ocasiones especiales. Por muy mal que vayan las cosas:

- Cariño, los niños han empezado a comerse a su hermanos muertos. No crees que deberíamos
¿Qué le vas a decir? ¿Qué sí? ¿Y si mañana tuvieras visita?

La visita se va, y los niños sólo tienen acceso a las galletas de arena, o a las de cerámica… Pero en su mente, hay una meta muy clara: el piso de abajo. Sí, todos sabemos que hay unas normas: no se pasa al piso de abajo, hasta que no haya desaparecido la última galleta de arena.

Pero los niños tienen sus propias consignas: Muerte a las galletas de arena, el barquillo para el que lo trabaja.

El hombre tiene esa extraña manía de sacar lo bueno, sólo para las visitas. La Coca-cola, la vajilla buena, las galletas danesas, los cacahuetes bañados con miel y ligeramente salados. ¿No es un poco absurdo?.

No lo entiendo, de verdad.

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