El ser humano siempre ha deseado poder volar, pero no tener alas ni ser suficiente la retropropulsión aerofágica, o sea los cuescos de toda la vida, aún después de haber comido fabada, siempre nos hemos quedado con las ganas, y ya os digo que hay aviones, hay helicópteros… pero no nos engañemos, vuela la máquina, no nosotros. ¿Y por qué deseamos volar?, pues porque todos en un momento u otro de nuestras vidas, hemos necesitado transporte.
Con lo de volar nunca ha sido nuestro fuerte, no nos engañemos, y caminar da bastante “palo”, que hace ya setenta y dos años del fallecimiento del hombre, que nos enseñó a todos que; “caminante no hay camino”.
Primero usamos los animales, como los caballos, para esa tarea. Y luego cogimos un montón de esos animales, los metimos dentro de una máquina que llamamos coche, y empezamos a conducir.
Pero conducir, no es una habilidad como caminar, que ya viene de serie instalada en el ADN. Esto hay que aprenderlo, y para eso, se crearon las autoescuelas.
Una autoescuela es un lugar por donde un módico y casi simbólico precio, unas cuantas personas, normalmente de carácter afable y simpático, sin apenas ningún ánimo lucrativo, te enseñan a la perfección, y con total precisión, a utilizar esas máquinas, llamadas coches.
Bueno… ¿a quién quiero engañar?, una autoescuela es básicamente, todo lo contrario de lo que he dicho. Un sitio donde el objetivo es “sangrarte”, hasta el último céntimo de tu cuenta corriente, y si no la de la tus padres, o la de tus abuelos, si es necesario. En el que, unos presuntos profesionales que dan por hecho que no tienen ninguna necesidad de ser simpáticos, porque saben que los necesitas, te dan cuatro consejos para aprobar un examen.
Soy consciente que con esto, me estoy enemistando con otro gremio más. Pero es que, es verdad. Ya está bien. Ya va siendo hora, que alguien tenga el valor de denunciar algo, que ya va siendo un abuso, y un robo descarado, desde que el mundo es mundo.
Conducir no es un lujo, como nos quieren hacer ver, es una necesidad, si yo pudiera no conduciría, me gustaría poder teletransportarme, pero la tecnología se toma su tiempo, y todavía no es posible.
Vamos por parte, analicemos el fenómeno de la autoescuela. Primero de todo; tú acabas de cumplir dieciocho años, que es la edad mínima y necesaria para poder acceder. Vas a la autoescuela, y lo primero que te encuentras, suele ser a la recepcionista/ secretaria. El proceso es el siguiente; paso número uno, pagar la matrícula, ¿del coche?, ¡¡No!!, ¡¡de la autoescuela!!.
Que es algo que nunca he entendido. Tengo que pagar entre dos cientos y tres cientos euros, ¿para qué?, ¿para que pongáis mi nombre en una ficha, le peguéis una foto, que también he pagado y yo, y la metáis en un cajón?.¡¡ Si voy a tardar un mes o dos en sacarme el carnet, y luego no pienso volver nunca!!.
Luego el tema de la teórica; vais a ir a clase, en la que un profesor os va a explicar el contenido de un libro, del que no tenéis que aprender, absolutamente, nada. Sólo memorizar, como los loros.
El libro de la autoescuela, es el libro más triste del mundo editorial universal, ¿por qué?, pues porque aunque sea uno de los libros más vendidos de la historia, a la vez es el menos leído, porque nadie se lo lee, y eso, al pobre libro, en su pequeño corazoncito de papel, eso le duele.
Que me lo imagino en su estantería en la tienda de libros, triste, sollozando, sin ganas de vivir. Que se le acercará algún posible comprador, y el libro lo mirará, con la mirada perdida, mientras piense:
- “¡¡Sí, sí, cómprame!!”, “¡¡cómprame y déjame olvidado en cualquier rincón de tu casa!!”, “¡¡si no me importa, estoy acostumbrado, estoy hecho a la idea!!”.
¡¡Pobre libro!!, que luego sólo te acuerdas de él, cuando algún amigo tuyo te dice:
- “¡¡Oye!!, ¿podrías prestarme tu libro de autoescuela?.
Y el pensamiento reflejo es:
- “¡¡Sí, sí, si me acuerdo donde lo dejé tirado, te lo regalo!!”
Y este, es un momento terrible en la vida del triste libro de la autoescuela. Porque cuando nota tu presencia, oye tus pasos hacia él, se emociona. Le empiezan a temblar las páginas, le sudan las tapas, y piensa:
- “¡¡Es posible!!”, “Es posible que llegue el momento, en que alguien me lea de verdad!!”
Y cuando lo coges, se emociona más aún, de sus grapas le brotan lágrimas de tinta. Es un libro feliz, por poco tiempo, porque a la que ve que cambia de manos, y es regalado a un desconocido, que a su vez vuelve a dejarlo tirado en otra esquina de su casa, el corazón del libro, se parte en mil pedazos.
Que una vez estás preparado, y has memorizado la teoría de cabo a rabo, has de ir al examen teórico, que es un momento chungo también, por los nervios. Pero es que, la cosa se va complicando según pasa el tiempo. Porque en mis tiempos, eran cuarenta preguntas, y podías hacer hasta cuatro fallos. Ahora son treinta preguntas, y puedes hacer tres.
Siguiendo la línea, luego serán veinte, y podrás tener dos fallos, luego diez preguntas y un fallo. Y al final te darán un revolver con una bala en la recámara, tendrás que ponértela en la frente, y sobrevivir a cinco intentos de disparo…. ¡¡Enhorabuena!!, ¡¡ya tienes la teórica!!.
Y luego vienen las prácticas del coche. Prácticas llevadas a cabo por profesores, que en seguida te das cuenta, que son personas que valen mucho más que tú. O sea, su valía para la sociedad es infinitamente más, de lo que tú puedas hacer en tu triste vida.
Porque una hora de tu tiempo, ¿cuánto vale?, ¿cinco, seis euros?, ¡¡pues no!!. Sus cincuenta minutos de su tiempo, valen treinta y ocho euracos. Y demos gracias, que no las cobrasen a dos cientos euros, porque las acabaríamos pagando igual.
Porque otra cosa, no. Pero un profesor de prácticas es muy consciente de su poder, y sabe cómo utilizarlo. Se puede decir, tranquilamente, que son los jefes de lo que vendría siendo el desánimo. Son unos cracks, utilizando la ancestral técnica de la desmotivación.
Porque puedes llevar ciento cuarenta y ocho prácticas, que da igual, que nunca, absolutamente, nunca, te verán suficientemente preparado para el examen, y siempre te acabarán diciendo:
- “¡¡Uy, uy , uy, el examen es el próximo martes, te veo flojito!!”, “¡¡todavía no controlas mucho, te noto inseguro!!”, “¡¡yo creo que habría que hacer como mínimo, siete prácticas extras más, antes del examen!!”.
Eso sí, en el examen práctico, has de ir preparado, porque si no lo estás, te aseguro que suspenderás. Porque no se mide si sabes conducir o circular, se mide la capacidad de aguantar la presión que tienes. Principalmente porque el examinador, suele ser un colega que se sienta detrás, siempre en el asiento derecho trasero, y va con una carpetita y un bolígrafo. Un bolígrafo con el que apuntará, todos y cada uno de los fallos que cometas, y eso presiona.
Que si vieras por el retrovisor del coche, te encuentras con su mirada fría y casi burlona. Y créeme, si quiere suspenderte, te suspenderá. ¿Así sin más?, ¡¡No!!. Tiene su mecanismo. Por ejemplo; te meterá en lo que viene siendo una rotonda de trece salidas, en hora punta, en ese momento en la que todas las madres van a buscar a sus hijos al cole, los oficinistas salen a comer, los currantes de las fábricas vuelven a casa después de su dura jornada laboral, hay camiones descargando mercancía, y encima… ¡¡está lloviendo!!.
El examinador te dirá que entres en la rotonda, te hará dar cinco vueltas, rollo gallinita ciega, y luego te dirá; “¡¡ahora salga por la salida número nueve!!”. Que te habla de usted, no por respeto, sino porque sabe que así te presiona más.
Resultado: “¡¡lo siento pequeñín, has suspendido!!”, “¡¡más suerte la próxima vez!!”.
¿Qué pasa si has suspendido?, bueno… tienes un número de intentos, que si los sobrepasas, lo que ocurre es que tienes que renovar papeles. Esta broma te suele costar, sólo unos dos cientos euros más, aproximadamente. Que es cuando piensas; “¡¡pues no veas si está caro el papel hoy en día!!”. Podrían utilizar papel reciclado.
¡¡Pero no!!, te cobran tanta pasta, porque… con ese dinero, lo que les pagas es, un billete al Amazonas, para que puedan talar los árboles necesarios, y traerlos de vuelta, con equipaje facturado, para luego fabricar su propio papel en la autoescuela.
Total, ¿para qué?, pues para que al final, consigas aprobar tu examen, que eso es lo único que conseguirás en la autoescuela.
Con lo de volar nunca ha sido nuestro fuerte, no nos engañemos, y caminar da bastante “palo”, que hace ya setenta y dos años del fallecimiento del hombre, que nos enseñó a todos que; “caminante no hay camino”.
Primero usamos los animales, como los caballos, para esa tarea. Y luego cogimos un montón de esos animales, los metimos dentro de una máquina que llamamos coche, y empezamos a conducir.
Pero conducir, no es una habilidad como caminar, que ya viene de serie instalada en el ADN. Esto hay que aprenderlo, y para eso, se crearon las autoescuelas.
Una autoescuela es un lugar por donde un módico y casi simbólico precio, unas cuantas personas, normalmente de carácter afable y simpático, sin apenas ningún ánimo lucrativo, te enseñan a la perfección, y con total precisión, a utilizar esas máquinas, llamadas coches.
Bueno… ¿a quién quiero engañar?, una autoescuela es básicamente, todo lo contrario de lo que he dicho. Un sitio donde el objetivo es “sangrarte”, hasta el último céntimo de tu cuenta corriente, y si no la de la tus padres, o la de tus abuelos, si es necesario. En el que, unos presuntos profesionales que dan por hecho que no tienen ninguna necesidad de ser simpáticos, porque saben que los necesitas, te dan cuatro consejos para aprobar un examen.
Soy consciente que con esto, me estoy enemistando con otro gremio más. Pero es que, es verdad. Ya está bien. Ya va siendo hora, que alguien tenga el valor de denunciar algo, que ya va siendo un abuso, y un robo descarado, desde que el mundo es mundo.
Conducir no es un lujo, como nos quieren hacer ver, es una necesidad, si yo pudiera no conduciría, me gustaría poder teletransportarme, pero la tecnología se toma su tiempo, y todavía no es posible.
Vamos por parte, analicemos el fenómeno de la autoescuela. Primero de todo; tú acabas de cumplir dieciocho años, que es la edad mínima y necesaria para poder acceder. Vas a la autoescuela, y lo primero que te encuentras, suele ser a la recepcionista/ secretaria. El proceso es el siguiente; paso número uno, pagar la matrícula, ¿del coche?, ¡¡No!!, ¡¡de la autoescuela!!.
Que es algo que nunca he entendido. Tengo que pagar entre dos cientos y tres cientos euros, ¿para qué?, ¿para que pongáis mi nombre en una ficha, le peguéis una foto, que también he pagado y yo, y la metáis en un cajón?.¡¡ Si voy a tardar un mes o dos en sacarme el carnet, y luego no pienso volver nunca!!.
Luego el tema de la teórica; vais a ir a clase, en la que un profesor os va a explicar el contenido de un libro, del que no tenéis que aprender, absolutamente, nada. Sólo memorizar, como los loros.
El libro de la autoescuela, es el libro más triste del mundo editorial universal, ¿por qué?, pues porque aunque sea uno de los libros más vendidos de la historia, a la vez es el menos leído, porque nadie se lo lee, y eso, al pobre libro, en su pequeño corazoncito de papel, eso le duele.
Que me lo imagino en su estantería en la tienda de libros, triste, sollozando, sin ganas de vivir. Que se le acercará algún posible comprador, y el libro lo mirará, con la mirada perdida, mientras piense:
- “¡¡Sí, sí, cómprame!!”, “¡¡cómprame y déjame olvidado en cualquier rincón de tu casa!!”, “¡¡si no me importa, estoy acostumbrado, estoy hecho a la idea!!”.
¡¡Pobre libro!!, que luego sólo te acuerdas de él, cuando algún amigo tuyo te dice:
- “¡¡Oye!!, ¿podrías prestarme tu libro de autoescuela?.
Y el pensamiento reflejo es:
- “¡¡Sí, sí, si me acuerdo donde lo dejé tirado, te lo regalo!!”
Y este, es un momento terrible en la vida del triste libro de la autoescuela. Porque cuando nota tu presencia, oye tus pasos hacia él, se emociona. Le empiezan a temblar las páginas, le sudan las tapas, y piensa:
- “¡¡Es posible!!”, “Es posible que llegue el momento, en que alguien me lea de verdad!!”
Y cuando lo coges, se emociona más aún, de sus grapas le brotan lágrimas de tinta. Es un libro feliz, por poco tiempo, porque a la que ve que cambia de manos, y es regalado a un desconocido, que a su vez vuelve a dejarlo tirado en otra esquina de su casa, el corazón del libro, se parte en mil pedazos.
Que una vez estás preparado, y has memorizado la teoría de cabo a rabo, has de ir al examen teórico, que es un momento chungo también, por los nervios. Pero es que, la cosa se va complicando según pasa el tiempo. Porque en mis tiempos, eran cuarenta preguntas, y podías hacer hasta cuatro fallos. Ahora son treinta preguntas, y puedes hacer tres.
Siguiendo la línea, luego serán veinte, y podrás tener dos fallos, luego diez preguntas y un fallo. Y al final te darán un revolver con una bala en la recámara, tendrás que ponértela en la frente, y sobrevivir a cinco intentos de disparo…. ¡¡Enhorabuena!!, ¡¡ya tienes la teórica!!.
Y luego vienen las prácticas del coche. Prácticas llevadas a cabo por profesores, que en seguida te das cuenta, que son personas que valen mucho más que tú. O sea, su valía para la sociedad es infinitamente más, de lo que tú puedas hacer en tu triste vida.
Porque una hora de tu tiempo, ¿cuánto vale?, ¿cinco, seis euros?, ¡¡pues no!!. Sus cincuenta minutos de su tiempo, valen treinta y ocho euracos. Y demos gracias, que no las cobrasen a dos cientos euros, porque las acabaríamos pagando igual.
Porque otra cosa, no. Pero un profesor de prácticas es muy consciente de su poder, y sabe cómo utilizarlo. Se puede decir, tranquilamente, que son los jefes de lo que vendría siendo el desánimo. Son unos cracks, utilizando la ancestral técnica de la desmotivación.
Porque puedes llevar ciento cuarenta y ocho prácticas, que da igual, que nunca, absolutamente, nunca, te verán suficientemente preparado para el examen, y siempre te acabarán diciendo:
- “¡¡Uy, uy , uy, el examen es el próximo martes, te veo flojito!!”, “¡¡todavía no controlas mucho, te noto inseguro!!”, “¡¡yo creo que habría que hacer como mínimo, siete prácticas extras más, antes del examen!!”.
Eso sí, en el examen práctico, has de ir preparado, porque si no lo estás, te aseguro que suspenderás. Porque no se mide si sabes conducir o circular, se mide la capacidad de aguantar la presión que tienes. Principalmente porque el examinador, suele ser un colega que se sienta detrás, siempre en el asiento derecho trasero, y va con una carpetita y un bolígrafo. Un bolígrafo con el que apuntará, todos y cada uno de los fallos que cometas, y eso presiona.
Que si vieras por el retrovisor del coche, te encuentras con su mirada fría y casi burlona. Y créeme, si quiere suspenderte, te suspenderá. ¿Así sin más?, ¡¡No!!. Tiene su mecanismo. Por ejemplo; te meterá en lo que viene siendo una rotonda de trece salidas, en hora punta, en ese momento en la que todas las madres van a buscar a sus hijos al cole, los oficinistas salen a comer, los currantes de las fábricas vuelven a casa después de su dura jornada laboral, hay camiones descargando mercancía, y encima… ¡¡está lloviendo!!.
El examinador te dirá que entres en la rotonda, te hará dar cinco vueltas, rollo gallinita ciega, y luego te dirá; “¡¡ahora salga por la salida número nueve!!”. Que te habla de usted, no por respeto, sino porque sabe que así te presiona más.
Resultado: “¡¡lo siento pequeñín, has suspendido!!”, “¡¡más suerte la próxima vez!!”.
¿Qué pasa si has suspendido?, bueno… tienes un número de intentos, que si los sobrepasas, lo que ocurre es que tienes que renovar papeles. Esta broma te suele costar, sólo unos dos cientos euros más, aproximadamente. Que es cuando piensas; “¡¡pues no veas si está caro el papel hoy en día!!”. Podrían utilizar papel reciclado.
¡¡Pero no!!, te cobran tanta pasta, porque… con ese dinero, lo que les pagas es, un billete al Amazonas, para que puedan talar los árboles necesarios, y traerlos de vuelta, con equipaje facturado, para luego fabricar su propio papel en la autoescuela.
Total, ¿para qué?, pues para que al final, consigas aprobar tu examen, que eso es lo único que conseguirás en la autoescuela.
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