Yo veo la tele, y la vería más, si no fuera porque entre el televisor y mi cuerpo, se interpone un aparato infernal, que es el mando a distancia. El problema que tiene el mando a distancia es que funciona con pilas, pero la mente humana no está preparada para comprender que un día se le acaban las pilas al mando a distancia.
Se les acaban las pilas al mando, coges el mando, y dices; ¿qué le habéis hecho a esto?, ¡¡si esto funcionaba estupendamente esta mañana!!, ¡¡ya habéis roto el mando!!. El mando no está roto, se les han acabado las pilas. No está roto, lo que está roto es la tapa de las pilas, eso sí, que viene ya con el esparadrapo puesto, pero eso viene roto de la tienda.
Pues un día se le acaban las pilas al mando a distancia, ¿y qué hacemos?, pues lo primero que hacemos es, quitarles las pilas y se las volvemos a poner, las mismas, ¿qué pasa?, ¿que se recargan con el aire?, como si dijesen las pilas entre ellas:
- Uffff, ya estoy bien, ya estoy bien, es que... todo el día con el muelle en el culo....
Segunda cosa que hacemos cuando se les acaban las pilas al mando a distancia, no me lo preguntes por qué, pero las agitamos, no sé, se les habrá ido el gas. Tercera cosa que hacemos cuando se les acaban las pilas, apretar los botones, apretar a muerte, que duela el dedo, ¿te duele el dedo?, todavía no, pues aprieta más, hasta que se quede el botón incrustado, que tú dices; - “¡¡ahora sí que lo he roto!!”.
Y finalmente, ¿qué hacemos cuando se les acaban las pilas al mando a distancia?, pues precisamente lo que el mando a distancia trata de impedir, que nos levantemos, porque nos levantamos, pero... con el mando en la mano, y nos vamos acercando al televisor, despacito, con cuidado, que dices; “¡¡a que van a ser las pilas!!”.
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