Yo quería hablar de una de las cosas que, más les gusta atesorar a los seres humanos, y que, sin embargo, no da la felicidad, y son; las bolsas de plástico.
Yo creo que ya, eh, ya podríamos dejar de fabricar bolsas de plástico.
Hay bolsas de plástico suficientes, atesoradas en las casas, como para ir tirando, hasta que se extinga la humanidad.
El problema es, que son gratis: un día vas al súper y compras; atún, leche, maizena, y dieciséis bolsas de plástico. Y claro, esas bolsas ya se quedan a vivir en tu casa. No las tiras. Las guardas, por la misma razón que, un cupón de la ONCE no premiado, se supone que ya ha cumplido su labor, pero aún te puede hacer un apaño.
Las bolsas de plástico, a lo máximo que pueden aspirar es, a suplente de bolsa de basura. Pero como son más pequeñas, se llenan antes, y nunca queremos reconocer, que la bolsa de basura, ya está llena.
Vas echando basura, vas echando basura, vas echando basura, hasta que de repente, en lugar de echarla, la posas en equilibrio, y se va formando una pirámide, y de repente, cuando ya no cabe más, tienes que meter una botella de Coca-cola de dos litros. No pasa nada, haces la técnica del “banderillero”; ¡¡Sí!!, con decisión, abres, clavas la botella, cierras la puerta, y sales corriendo, y según te alejas, se oye “¡¡clonc!!”. Aaaaaah...... pero tú ya no estás ahí. Porque existe una norma, no está escrita, pero todo el mundo la conoce; “al que se le derrumba la pirámide, cambia la bolsa”.
Pero sólo viviremos felices, cuando exista un día en el que, miraremos a una bolsa de plástico a los ojos.
En el día en el que, no cuente, su clase, ni su condición social. Pero sobre todo, seremos felices, cuando en el DIA %, no haya que pagar tres céntimos, por una bolsa.
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