—Teléfono
de emergencias, ¿dígame?
—Hola, soy Antonia.
—Encantado,
Antonia. ¿Qué le ocurre?
—Verá, tengo un
problema.
—Dígame.
—Espero que usted pueda solucionarlo,
porque no sé qué hacer.
—¿Ha sufrido un accidente? ¿Su
marido ha tenido una caída?
—No, yo soy viuda.
—Es igual.
¿Cuál es la emergen…?
—Igual no es, pobre Manolo (que
descanse en paz). No es que fuera el mejor marido del mundo, pero
tampoco me puedo quejar.
—Señora, esto es el teléfono de
emergencias. Hay otras personas que seguro que sí tienen problemas
graves.
—Lo mío también es un problema grave.
—¿Y cuál
es?
—Para empezar, que este teléfono que me ha regalado mi
nieto tiene las letras muy pequeñas.
—Oiga, que…
—¿Cómo
quiere que apriete sobre la pantalla si no sé lo que dice? Imagine
que tengo que ponerme las gafas para llamar por teléfono. Y
entonces, aprieto los botones y…
—¡Señora!
—… veo que
aparece un teléfono que pone “emergencias”. Pues ahí que he
apretado yo, y me ha aparecido usted. Claro, porque yo tengo una
emergencia.
—Señora, aquí tenemos mucho trabajo y…
—¿Cree
usted que yo no tengo trabajo? Imagine lo que me cuesta ver algo en
este móvil. Y, encima, no recuerdo cómo se cierran los puntos con
la lana.
—¿Lana?
—Sí, ya sabe, crochet. Para hacer
jerseicicos y bufandas. He encontrado mis dos agujas, he agarrado mi
ovillo naranja y ahí que me he puesto, dale que dale hasta que casi
he acabado. Pero mi mala memoria no me deja terminar, he olvidado
cómo cerrar los puntos.
—Señora, esto es el teléfono de
emergencias.
—¿Qué se cree? ¿Que esto no es una emergencia?
Si me pongo la bufanda sin cerrar los puntos voy a acabar con un
puñado de hilos de lana. Y para eso, no hubiera estado yo durante
horas tejiendo como después de la guerra. ¿Me entiende?
—Yo le
entiendo, señora. Pero entiéndeme a mí, que tengo que atender a
otras llamadas.
—Pero también tengo una emergencia…
—De
acuerdo, de acuerdo. ¿Ha probado a buscar “cómo cerrar los
puntos” en Internet?
—¿Interné? ¿Eso que utilizan los
chavales para enviarse fotos? Joven, yo no tengo edad para
eso.
—Déjelo, ya se lo busco yo. A ver… Para cerrar los
puntos en crochet necesita tejer los dos primeros puntos de la última
puntada y luego sacar la aguja del…
—Joven, no le entiendo.
¿Qué últimos puntos?
—No sé, es lo que pone aquí.
—A
ver, yo he terminado mi bufanda, no quiero hacerla más grande. Y
quiero rematarla para que no se suelte la lana. ¿Qué
puntos?
—Espere, Antonia, que estoy cargando un vídeo de
YouTube que lo explica.
—Yotu… ¿Qué?
—Mire. Tiene que
rematar la última línea de puntadas haciendo dos nudos con las
agujas de forma normal. Luego, retira de la lana la aguja derecha,
quita el primer punto tejido y vuelve a pasar la aguja libre por el
segundo. Después, introduce la aguja de la izquierda por ese primer
punto que está suelto, y…
—¡Cruzo el segundo punto por
dentro del izquierdo! Joven, me ha solucionado la vida, lo acabo de
recordar.
—Me alegro.
—Voy a dejar el teléfono de
emergencias siempre en la pantalla. Así, cada vez que tenga un
problema, pienso llamarle.
—Antonia, no creo que vuelva a
encontrarme al teléfono.
—Claro que sí. Mi nieto dice que con
el móvil puedo llamar a todo el mundo y a cualquier hora.
—Tengo
a mi jefe en la espalda y me ha visto en YouTube, me temo que no voy
a aparecer por aquí nunca más. Lo mío sí que es una
emergencia.
—Pues llámese a usted mismo, que lo tiene fácil.
Yo tengo que poner al fuego el puchero, ha sido un placer.
—Ojalá
pudiera decir lo mismo…
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