lunes, 4 de enero de 2010

EL OLFATO


Voy a hablar de un sentido, al que no se le trata con el respeto que se merece; el olfato.

Es el más prescindible de los cinco sentidos, y eso es, muy duro. Ser el Ringo Starr de los Beatles, la guinda roja del roscón de Reyes, el caramelo de anís de la cesta de caramelos del hotel, el menú de pescado de la carta de McDonalds... eso es muy duro ser.

Puede que sí, que el olfato sea prescindible, como las manitas del Tiranosaurio Rex, ¿para qué le han puesto esas manos, a ese animal tan grande?, si no puede hacer nada. Se le ha quedado una cosa entre los dientes, y no llega.

Pero, a cambio, es un sentido objetivo. No como la vista, que engaña o es confusa. ¿Esto es blanco o negro?, ¡¡noooo esto es beige vainilla!!. O el daltonismo, que confunde, ¿esto es rojo o es verde?. ¡¡No hay daltonismo de olores!!.

Nunca veréis a nadie diciendo; ¿Esto es mierda o es....?. Noooo, es contundente, es inequívoco, el olfato no engaña, lo que pasa es, que muchas veces da información, que no habría porqué saber.

- ¡¡Este señor, hoy no se da duchado!!

¡¡Muy bien!!, pero puedo pasar sin esa información perfectamente.

- ¡¡Los del tercero, hoy van a comer repollo!!

¡¡Vale!!, no pasa nada, que lo coman, yo no tengo porqué saberlo.

Por eso, poco a poco, nos hemos ido perdiendo el disfrutar de los olores. De pequeño, nos movemos, cuando somos bebés, en un abanico de olores impresionante.

De hecho, un bebé puede pasar de ser, lo más dulce y aromático, a la pestilencia más intensa en cuestión de segundos, y sin perder la sonrisa.

El mundo está lleno de cosas, que huelen muy bien, cuando eres pequeño, pero que saben muy mal:

- Las gomas de borrar de Milán
- La plastilina
- La gasolina
- La colonia
- El Fairy al limón, que no deja de ser paradójico, que si te bebes una botella de jabón, sea necesario hacer un lavado de estómago. Lavar por lavar. Aprovechamos, ¡¡ya que han fregado!!.

Nos hacemos mayores, y nuestra aromática juventud va quedando atrás, y por mucho que nos esforcemos en recuperar el tiempo perdido, hay algo que nunca llegaremos a saber como huele; nuestra propia nariz.

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