Llega el frío y con él los constipados. Los constipados son a Diciembre, como los vasos de los bares para los cleptómanos, hasta que no pillas uno, no te quedas tranquilo.
Porque una persona sana en invierno, no para de pensar: "me voy a constipar, me voy a constipar". Claro, luego se constipa, y ya no piensa.
Hay diversas fases en un constipado:
La primera es cuando sabes que lo vas a pillar. Como si tú fueras "Estados Unidos", y el constipado, un país subdesarrollado con petróleo. Ambos sabéis que tú lo vas a acabar cogiendo... y el país subdesarrollado te va a acabar fastidiando.
Empezamos con un pañuelo, lo gastamos, nos lo metemos en el bolsillo, lo volvemos a usar... cuando ya estás en pleno constipado, ya no lo metes otra vez, lo dejas fuera, en la mesa. "¿Para qué meterlo, si luego lo voy a tener que volver a sacar?", piensas... si toda la humanidad pensara igual, acabaríamos extinguiéndonos.
Y cuando estás mocoso, te suenas una vez, y el liquidillo es tal, que un pañuelo solo te sirve para sonarte dos veces. Gastamos tanto papel, que en vez de personas normales, parecemos periodistas de La Razón.
El momento trágico es, cuando estás en la calle, y no tienes papel... Estornudas... Con mucho énfasis... demasiado énfasis, que se traduce en un rápido y centelleante rayo verde viscoso. ¿Y qué hacer cuando no hay pañuelo?. Hay varios comportamientos. ¿La manga?. Eso lo hacen los guarros.
Los limpios nos pasamos el dedo índice derecho, como si fuera un parabrisas por la zona entre la nariz y la boca... ¿tiene nombre esa zona?. Únicamente si tienes bigote. ¿Y qué hacer con un dedo índice lleno de mocos?. Ese es el momento en la vida de todo ser humano, en el que se aprende de manera práctica que señalar es de mala educación. Los mocos envejecen, y al contrario de los humanos, los mocos se endurecen.
La naturaleza es tan sabia, que nos dotó de un dedo proporcionalmente igual a la fosa nasal, sin ella, todos habríamos muerto ahogados.
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