martes, 24 de agosto de 2010

LOS BOLÍGRAFOS


Es prácticamente imposible acabar un bolígrafo.

Que a un bolígrafo se le acabe la tinta, eso, aún no se ha dado. No ha pasado jamás.

Sus tres causas principales de mortalidad son; A) pérdida o desaparición del mismo, B) cese misterioso de sus funciones vitales, y C) hemorragia atroz.

Sobre la desaparición de los bolis, sabemos muy poco, pero… un día, el boli desaparece, y no lo vuelves a ver. Yo me pregunto, ¿dónde van todos esos bolis que desaparecen?. Es como si se desmaterializaran, y no es posible. En algún sitio tienen que estar, como muy bien anunció el Principio de Termodinámica; “la energía ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma”. ¿Dónde van esos bolígrafos?. Yo no sé cuántos he perdido en mi vida, pero si estuvieran todos juntos, se verían desde el cielo. Eso tiene que ocupar un lugar. Y dicen, esto no estoy yo seguro, que hay un lugar legendario, un mítico cementerio de bolis, y que es allí, donde van antes de morir.

Por eso un boli nunca se acaba, porque antes de que llegue el momento fatal, se aparta de la manada, para morir en paz.

La segunda causa de mortalidad de los bolígrafos, es el cese de sus funciones vitales. O sea, el boli tiene tinta, pero no escribe. En estos casos es muy divertido, porque el ser humano no sabe qué hacer. Te desconcierta. Lo primero que se te ocurre es, coger el boli y mirar la bolita que tiene en la punta, como si ahí fuéramos a encontrar la solución, como si ahí hubiera un interruptor de “pinta”, “no pinta”, a ver si está en “no pinta”.

Entonces la bolita, te mira como diciendo; “¡¡sí, he sido yo, qué pasa!!”. Como desafiando; “¿qué vas a hacer?”, “¿me vas a echar el aliento?”, “¿me vas a soplar?”, “¿me vas a agitar?”.Claro, hacemos todo eso, lo intentamos todo, chupamos el boli, aspiramos, soplamos, como si le hiciésemos el boca a boca, pero no conseguimos nada, rayas en el papel, nos pintamos en la mano, pero…. Nada. Hasta que llega un tío, con pinta de entendido y dice; “¡¡déjame a mí!!”. Y se pinta el zapato.

La tercera causa de mortalidad de un bolígrafo, es la más dramática de todas; la hemorragia atroz. Están los bolis en el lapicero o en un bolsillo, y de repente; ¡¡zas!!, hemorragia. Te asomas al fondo de cualquier lapicero, y siempre hay como unas manchas de color tornasolado, como de tinta seca, una goma elástica pegada que se ha quedado como fosilizada también en la propia mancha, un clip ahí muy triste y un olor a tinta, a hemorragia de bolígrafo. Un olor sólo comparable realmente a su sabor.

A todos nos ha pasado, todos hemos degustado las delicias, a todos nos se ha destintado alguna vez un bolígrafo en la boca. Sabe amargo y arenoso, es una textura rara. Yo aconsejo no chupar bolis, pero sé que es inevitable. Hay una glándula en el cuerpo, que segrega un liquidillo que te obliga cuando tienes un boli, y quedarte pensando llevártelo a la boca.

Lo peor es, cuando te das cuenta de que estás chupando un boli, en casa ajena, y dices; “¡¡Santo Dios, esto quién lo habrá chupado antes!!”. O en Correos, ahí es muchísimo peor, y piensas; “¿cuánta gente habrá besado pensativa, el culo de un boli en Correos?”.

Yo creo que los culos de bolis de Correos, están más mordidos que un hueso de aceituna. Eso es como un museo de saliva de toda la gente del barrio. Es como si fuera una valiosísima colección de ADN, y por eso están atados. Yo pensaba que los ataban para que la gente, no los enviara por Correo, pero no, no, es un valiosísimo legado del testimonio genético de todo un barrio. Atar lo bolis en Correos, es una atrocidad humana. Porque son los únicos bolis, que se quedan sin tinta en nuestras manos, porque no pueden retirarse al mítico cementerio de bolis. Como están atados, se les va acabando la tinta, y lo que un boli coherente diría; “¡¡me retiro a morir en paz!!”, no lo puede hacer.

Entonces, alguno consigue romper el cordel y se escapa a morir en paz, donde el cementerio de los bolis, pero cuando no puede, el boli sufre.

El final de los bolis es interesante. Los bolis se pierden antes de acabarse, o dejan de escribir, o se desangran. ¿Y dónde acaban todos esos bolis?, ¿dónde está ese mítico cementerio de bolis?. En casa de los abuelos. En las casas de los abuelos, hay una especie de cacharro grande en el centro de la mesa, o cerca del teléfono, lleno de bolis, y no pinta ninguno. Bolígrafos vacíos, de pulsador, rotuladores secos, portaminas vacíos, un clip allí metido con todo eso, un lápiz, que es lo único que pinta.

De hecho los abuelos utilizan siempre el lápiz, porque es lo único que pinta. Y cuando somos niños, escribimos con lápiz, y cuando alcanzamos el rango suficiente, nos pasan a boli en el colegio. Es como subir a primera división, es como un ascenso.

Pero los abuelos, que han vivido mucho tiempo, saben que en el origen está lo bueno, y allí, junto al origen, está también, el fin de todos los bolis.

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