lunes, 31 de agosto de 2009

LAS MÁQUINAS EXPENDEDORAS


Uno de los seres más generosos de este siglo son; las máquinas expendedoras de bollitos, snacks y tentempiés.

Me refiero a esas dadivosas máquinas que, al módico precio de una moneda, te ofrecen un Kit- Kat, y una interesante dosis de suspense. Porque, aunque metas la moneda, no es seguro que vayas a obtener la chocolatina.

La primera parte es, como jugar al “Hundir la flota”. C4, agua.... mineral. B5, Tokke.....

Si eliges el Tokke, empieza el suspense. Hay un sistema de muelle giratorio, que tuvo que ser inventado por Alfred Hitchcock. Si no, no se explica ese momento en el que gira el muelle, y el Tokke va avanzando hacia la muerte.... ¡¡Chan, chan, chan....!!.

Se ve, que el pobre chocolate, no quiere, se nota que va obligado. Y el muelle, le impele sin remisión.
Y el Tokke parece decir: “¡¡No, por favor!!”, “¡¡No quiero morir!!”.

Entonces pueden pasar dos cosas; o que la chocolatina caiga al vacío, o que se quede atrapada contra el cristal. Si ocurre esto último, se te queda una impresionante cara de tonto. Miras la chocolatina, y la chocolatina te mira a ti, como diciendo: “¡¡Te fastidias, me he salvado!!”.

Y si a ti, se te queda cara de tonto, a la máquina ya sabe lo que le espera. Pensamos, reflexionamos, y tras mucho cavilar, llegamos a la conclusión de que lo mejor que podemos hacer es, darle una soberana paliza.

Ante una máquina que se queda con tu dinero, perdemos los papeles. Uno se energumenece, y le sale el vacabuey que todos llevamos dentro. La agarras, la zarandeas como si fuera un oso panda, y nada. Le das patadas, la empujas, la golpeas, la vejas... Y todo ese esfuerzo, por una chocolatina, ¡¡que cuesta un euro!!. Un alcalde de Marbella, roba cien millones de euros, y apenas le tiramos de las orejas, pero una máquina expendedora, te roba un euro, y le astillamos el alma a patadas.

Cuando se queda ese Kit- Kat atrapado contra el cristal, nace un sentimiento de impotencia muy grande. Te sientes solo. ¿Quién manda en la máquina?. Hay un vacío legal. Nadie se responsabiliza de ella. El dueño está lejos. Hay un teléfono para llamarlo, pero es de Alemania. La máquina se ha quedado con cincuenta céntimos, y si quieres llamar, te cuesta cuatro euros el minuto.

Entonces tenemos una idea genial; meter más dinero, e intentar coger un bollito de más peso, que esté por encima del Kit- Kat, para que le caiga encima, y lo arrastre. Es una idea inteligente, es como jugar a una máquina tragaperras, y tener un avance. Ahora bien, como se te quede atascado el bollito también, te quieres morir. Ahí empieza a valer la pena llamar a Alemania, para que vengan a arreglarla.

Una cosa fascinante de estas máquinas es, los productos que tienen dentro. Son productos que no hay en las tiendas normales. Una especie de maicitos muy, muy fritos, una especie de caña de chocolate, una magdalena con mermelada radioactiva....

Creo que estos productos, no los encuentras en las tiendas normales, porque están prohibidos. Por eso, los vende una máquina, porque no es bueno que los manipule un ser humano.

Para compensar, ponen productos extremadamente sanos: la galleta Biomanán con Omega 3, los Actimeles.... Lo hacen para limpiar la conciencia.

El único producto normal, es la Concha Codan, la alta costura del bollo de baja estofa, el más delicado manjar que podemos acceder por menos de cincuenta céntimos, el más barato de los bollos, capaz de dejarnos satisfechos, y henchidos de dignidad.

Es evidente que estas máquinas dan un servicio a la sociedad. Deberían de llevarlas a más campos de comercio. Joyas, por ejemplo.

Si pusieran una máquina expendedora, dando ositos las veinticuatro horas, les descongestionaba el negocio. El problema es, que como se te quede un osito atrapado, se da la paradoja que tú te pones como un oso, a zarandear a otro oso, y ya lo dice el refrán: “oso por oso, diente por diente”.

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