jueves, 3 de septiembre de 2009

LAS BÁSCULAS


La báscula cuartobañera, es como un despertador, al que le ha pasado una apisonadora por encima.

Ser báscula de ésas, es una faena, porque sólo se te sube encima gente gorda. Imaginaos qué manera de empezar el día. Te despiertas y lo primero que te ocurre es, que un gordo en pijama, se te sube encima. Y te mira mal, como diciendo: “¡¡Báscula, por tu culpa soy gordo!!”.

Eso no es justo. ¿Qué han hecho las básculas para merecerse eso?. Tienen que vivir tumbadas en el suelo del cuarto de baño, con lo frío que está, y lo malísimo que es eso para el reuma.

Aún así, las básculas nos tratan bien. Por ejemplo; cuando uno se sube a una báscula cuartobañera, va nervioso. Es como presentarse a un examen. De hecho, siempre intentamos subirnos pesando poco. Y la báscula lo nota, por eso las básculas se lo piensan antes de darnos el dato. Vacilan.

Te subes y la báscula hace; “¡¡Tiqui, tiqui, tiqui.... 98!!”. Y te asustas: “¡¡Aaaaah!!”. Y la báscula retrocede: “¡¡Que no.... 62!!”. “¡¡Bufff, menos mal!!”. Y vuelve a oscilar: “¡¡90!!”. Y gritas: “¡¡Aaaaaah!!”. Y rebota otra vez: “¡¡68”!!. “¡¡Bueno, no está mal!!”. Y al final, acabas llegando a un acuerdo con la báscula: “¡¡70, ni para ti, ni para mí!!”.

Al fin y al cabo, solamente ellas, saben cuán pesados podemos llegar a ser, con el tema de adelgazar.

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