miércoles, 29 de octubre de 2008

LAS GRAPAS


Hay una pregunta, que me la llevo haciendo durante hace mucho, y me gustaría compartirla con ustedes. Es algo nimio, aparentemente tonto e insustancial, pero con un gran trasfondo psicológico del ser humano, ¿por qué ponemos las grapas en diagonal?.

Nadie lo sabe. Por qué ponemos las grapas en diagonal, es algo tan desconocido para la raza humana, como la unidad de medida del regaliz. Pero lo seguimos haciendo. Ponemos las grapas en diagonal y pedimos un euro de regaliz. ¿Por qué?.
Porque no cuestionamos la naturaleza de las cosas, el origen de todo, la verdad absoluta. Nos dicen, "grapa esto". Y nosotros agrupamos los papeles, los ponemos en horizontal, y en vertical, le damos golpecitos -clara muestra de la dominación humana sobre la naturaleza- y ¡plam! la grapa en la esquina superior izquierda.
Si es un informe importante, le ponemos dos grapas en el margen izquierdo, pero eso es de una exquisitez suprema, y gastas el doble de grapas. Poner dos grapas para grapar es… no sé… como tener un hijo: un gasto innecesario.

Luego hay un invento en referencia a esto, que a mí me encanta: el quitagrapas.
El quitagrapas está bien, vale, quita las grapas. Pero claro, te arruga el papel y te deja dos agujeros. Eso sí, cuando necesitas quitar una grapa, es un momento de desesperación absoluta, de no encontrar otra opción. Ese momento en el que se te derrumban los esquemas, tu vida pasa en diapositivas de Power Point y, si vivieras en una chabola sin cimentar desearías que la tierra te tragase.
Porque previamente tú has terminado tu trabajo, has admirado la calidad de tu portada, te has enorgullecido de tu índice ordenado, y casi has llorado de autosatisfacción al leer las 39 páginas y media del "Informe del pingüino siberiano", cuando, de pronto, una hojilla suelta te mira atentamente. Tú miras a la hoja. La hoja te mira a ti. Dices: -"Maldición, debería haber quitado esa foto del pingüino con los ojos tan abiertos".
Y te das cuenta, de que esa hoja, iba justo a la mitad. Ahora miras el quitagrapas, si lo usas, ya sabes que no va a quedar igual. Por tanto, lo usas, el trabajo queda arrugado y perforado, pero oye… qué demonios, el otro día viste a una anciana con un piercing, y no le quedaba tan mal.

Sin embargo, este inane y falso autoconvencimiento de que tu trabajo no está tan mal, se desvanecen cuando, al entregarlo, tu profesor te mira y dice: "mala presentación".

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